Yarima a la Tarima de Claridad

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Por Teresa Cardona

 

Vamos a los conciertos, vemos a los artistas, suben a la tarima, aplaudimos, gritamos para que canten otra, nos vamos y quedamos satisfechos con el show. Nos vamos tal cual una cuestión orgánica que pasa porque sí y sin preguntarnos cómo se logró el evento. Desapercibidos pasan los culpables por quienes logramos presenciar el espectáculo. La producción, la parte del show de la que rara vez se habla, se compone de un grupo de profesionales que trabajan el evento desde su idea hasta que se apagan las luces. Yarima González está dentro de este grupo de personas. Sin embargo, esta regidora de escena corre con otra suerte: “Me siento muy orgullosa de ser parte de este equipo de trabajo”. Y es que la tarima principal del Festival de Claridad ha sido y seguirá siendo punto de apoyo para la catapulta de la escena boricua y la internacional.

Yarima no es nueva en este asunto. Hija de una de las primeras actrices del país y el director técnico de uno de los teatros principales de la capital, comenzó trabajando como utilera y asistente de producción de teatro y se acerca al cuerpo de trabajo técnico a principios del año 2000. Ya habiendo trabajado en uno de los quioscos del festival, Yarima comienza en el 2010 su trabajo en tarima escribiendo los libretos de los maestros de ceremonia. Pasando a los dos años al puesto de regidora que todavía hoy ocupa y la ha puesto en contacto para regir escena fuera de Puerto Rico.

No se confunda, estimado público, si su nombre rima con su espacio de trabajo no es la razón de su éxito. El trabajo de regiduría es un entrenamiento arduo que se perfecciona con cada oportunidad que tenemos de ponernos a prueba. La calidad del evento depende de una curaduría entre logística y acústica que manipula la felicidad plena de ustedes quienes asisten al show. Una de las herramientas de Yarima ha sido la variedad de la oferta musical. En su caso esto significó salir del performance tradicional de un festival que llevaba ya más de treinta años ofreciendo un menú musical que se probó efectivo, pero que podía modificarse y ampliar su público dándole la oportunidad a nuevos talentos. Para muchos esto significó una plataforma que los visibiliza a una esfera pública más amplia que les servía para dar el brinco a tarimas más grandes y a foros internacionales. Dentro de este grupo se encuentran Lizbeth Román, quien volviera a la tarima este año para cantar el himno revolucionario del país el segundo día del festival, la Orquesta el Macabeo, La Banda Acústica Rodante y Pirulo y la Tribu, quien este mismo año volvía a esa tarima y decía entre canciones: “La primera vez que me invitaron, después de ahí me pegué”.

González me contó que ya muchos artistas esperan su llamada cada año. Otros se anticipan y la llaman a ella primero. Todos reconocen que la tarima del Festival de Claridad va más allá de los parámetos políticos que amparan la actividad. “Un país sin arte está destinado al fracaso… tenemos que abrirle los caminos al arte”, dijo destacando que el arte y la música sensibilizan naciones, son inclusivos, y permiten ver otra perspectiva de país. Esta cocola no discrimina. Ve a Puerto Rico como una cuna de buenos músicos en todos los géneros; artistas completos que no sólo tocan, sino que componen y escriben música. Mi recomendación, estimado talento aspirante, es que lo des todo, porque “cada año debe ser más el talento nuevo que el usual” y Yarima te está escuchando.

 

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