Por: Teresa Cardona
Nada tan infinito como hacer el número 8. Doblemente infinito cuando son 88. Pero mucho más infinito es el pianista que maneja su talento y manipula las 88 posibilidades a su alcance para hacer música. Ángel Persia hoy se manifiesta con gracia entre el blanco y el negro. Nos cuenta sobre una educación que se bandeaba entre Arroyo, Salinas, Ponce, Caguas y San Juan y, que aún hoy, después de una maestría en piano clásico del Conservatorio de Música, no piensa detenerse.
Persia toca ambos, piano y keyboard, pero es la madera del primero la que le permite alcanzar un sonido más pesado y real que logra escucharse distinto según la presión y manipulación que se les aplique a sus teclas.
Lamenta que haya una mentalidad que se limita a lo clásico; trabaja composiciones, piano jazz, toca el órgano en la iglesia, es parte de una orquesta para bodas y actividades y tomó clases de orquestación dentro de sus electivas en el Conservatorio. “No es malo ser una sola cosa, pero es chévere hacer todo”, me dijo mostrando una vez más la infinidad de cosas que se propone hacer junto a su piano.
Ángel Persia acaba de presentar su tesis de maestría en piano clásico del Conservatorio de Música. Allí residen los talentos y las enseñanzas de sus mentores, el Dr. Félix Rivera y Raphy Sueira. A quienes les debe la filosofía de que la práctica es la que diferencia al profesional del amateur. “Yo amo mucho la música. El amor a la música es bien grande, pero todavía abarca más de lo que la gente cree. El amor a la música se manifiesta de muchas maneras. Hace falta y siempre es un buen momento”, dice Ángel, quien por enésima vez me demostraba el sinnúmero de posibilidades dentro de sus 88 teclas.